Sin dudas que para un país subdesarrollado como Chile, tener un tercer Premio Nóbel de Literatura es un importante logro social que lo situará por sobre las otras naciones de América Latina, como una muestra de su desarrollo intelectual y capacidad humana, pero lo que acontece hoy es un travestí cultural, donde no es Chile el que busca un Premio Nóbel, sino la burguesía criolla, a la cual no sólo le basta con creerse “Los Jaguares de América” sino que también, ahora le quieren agregar un payaso a la realidad social para completar el circo.
La búsqueda de nuevos símbolos sociales o identidades colectivas que trasciendan las fronteras, han llevado al país a tomar como oriflama al poeta Nicanor Parra, a quien la historia lo transformará en una vergüenza y en un mero producto político de un estado dividido por la falta de justicia, y en lo esencial, por el crimen constante.
Nicanor Parra es el poeta del imperialismo, una mofa de nuestros sueños y por consecuencia no creo que el carácter imparcial de la libertad de expresión sea aplicable a él.
Mientras los seres desaparecían, él estaba atareado en Isla Negra, escribiendo poesía cargada de risas y contrastes macabros que contribuían a destruir la estética nacional y a establecer un mundo de oscuro origen.
De esta manera es como Nicanor Parra, soez defensor del imperialismo, tiene que ser retratado en nuestras editoriales, sólo para denunciar su postura philo-estética degradantes y la cual se reduce a un mero chiste o, en forma más figurativa, al acto de haberle puesto una nariz roja a la poesía chilena, igual como se pinta la nariz el payaso de un circo.
Cuando las caravanas de camiones se llevaban a los obreros y obreras a los campos de concentración y cuando los seres humanos eran torturados, ejecutados y desaparecidos, Nicanor Parra ¿dónde estuvo?. Cuando los barrios se oscurecieron por la más siniestra opresión que conoce la historia de Chile y se convertía a seres libres, en siervos de las transnacionales, Nicanor Parra ¿dónde estuvo?
Recuerdo un día de invierno, en medio de la represión, haber viajado a Isla Negra, expresamente para invitarlo a una actividad organizada por los trabajadores de la zona sur de Santiago. Ya era el tiempo de salir de la oscuridad y los trabajadores, clandestinamente organizados, habían optado por enfrentar el odio de la burguesía chilena mediante la idea de un masivo acto cultural, era sin duda, una excelente idea para lograr la defensa de la libertad y la justicia. En esta actividad los trabajadores saludarían al poeta, de quien esperaban una pronunciación en torno al dolor que arremetía sin cuartel. En este acto se le pediría a Nicanor Parra que hablara por los que sufren; que hablara por los desaparecidos; que hablara por los prisioneros y por los poetas perseguidos. Todo fue en vano. Pasé la tarde, dando miles de razones para que él participara en el acto, pero él manifestó un profundo rechazo a asociarse con “una tropa de comunistas, que bien o mal, son culpables de lo que hoy sucede.”
El anti-poeta se negó a participar en tal magno evento de los trabajadores, y no puedo negar que me fui derrotado de su casa. Me sentí agobiado por la falta de conciencia y solidaridad, cuando en esos momentos era evidente lo que estaba sucediendo. Regresé a Santiago y nos vimos en la obligación de buscar otros recursos, pues sabíamos que la actividad implicaría el arresto de algunos de nosotros, pero de todas maneras, leeríamos poesía de amor y cantos de gestas por la libertad que nos negaban y que reinaría en nuestra actividad. (El acto se realizó y sólo contó con 36 detenidos, 8 torturados, 2 heridos y 1 condena larga de 6 meses)
Nicanor Parra no quiso participar con los trabajadores y se negó a reconocer la existencia de poetas perseguidos, los cuales funcionaban dentro de los pequeños cuadros de legitimidad que se habían conquistado para poder leer sus poesías, pero en lo fundamental, se negó a denunciar las atrocidades que se cometían y las que todo el planeta conocía. Si bien, otras veces volví a encontrar a Nicanor Parra, nunca abandoné la idea de insistir en un acto masivo, pero la respuesta siempre fue la misma. Recuerdo que en una ocasión, mientras él cocía unas patatas en la ceniza, me dijo: “¿Cuál es el objetivo de tanta poesía, sí los obreros se pasaban por el culo mis versos?” Nunca más volví a insistir y terminé de escucharlo y fue la última vez que comí sus patatas cocidas al rescoldo.
Sin duda que cuando hablamos de libertad de expresión, lo hacemos dentro de un marco de justicia y en defensa de aquello que es fundamental a una concepción social, ya sea ésta una forma de vivir o un mero concepto de realidad. Es así como la libertad de expresión se transforma en una manifestación parcial y que defiende sin equívocos los intereses que son propios a los principios que se sustentan. Sin duda que el concepto de imparcialidad o neutralidad carece de sentido, pues no es posible otorgar espacio a la defensa de la negación de aquello que se defiende. Es decir, cambiar de campo y defender lo que se niega.
Nicanor Parra es, junto al ejército de Chile, una vergüenza nacional y merece ser castigado con el testimonio de la historia, y hablar de estos oscuros aspectos de su vida, es una forma de hablar de justicia para asegurarse que los poetas no asuman un rol degradante en la sociedad y menos, a que ellos se transformen en cómplices de crímenes masivos contra un pueblo desarmado, cuando nunca se ha estado en guerra.
Publicado en mayo 2004.